viernes, 5 de marzo de 2010

CIRIACO RIOS GARCIA: EDUCADOR EJEMPLAR


Por José Santos Valdés.

Ciudad Lerdo, Dgo., 4 de marzo de 1977.

La vida del maestro rural Ciriaco Ríos García tiene interés humano y profesional para el magisterio joven de México. No sólo por el rico contenido de enseñanzas que de su vida se desprenden, sino porque además y gracias a su memoria y pensamiento lúcido evoca detalles que ponen de relieve algunas facetas de la llamada escuela tradicional. Estas notas me las dio oralmente, primero y después las condensó en un documento que firmó con letra clara de enérgicos rasgos en 1972, cuando ya había cumplido los 87 años de edad. Conviene, además que los jóvenes mediten cuando la escuela tradicional se habla y que yo no conocí por una razón: tomé contacto con la escuela primaria en 1911, cuando ya la educación mexicana había sufrido las reformas que le impuso la época, con la influencia de educadores que bajo la guía de Justo Sierra celebraron el Primer Congreso Nacional de Instrucción en los años de 1889-1890 Congreso que completó la ruptura con la educación colonial y que se iniciara a mi ver con la acción de Barreda que nos trajo al Positivismo comtiano desde tierras de Francia. Desde entonces se inician las reformas en educación y de las que todavía no salimos ni saldremos porque en cada gran etapa de transformación social, al cambiar la sociedad cambia la escuela.

Don Ciriaco Ríos García nació en Santa Teresa de Uña, del municipio de Nazas, Durango, el 18 de junio de 1883. A la fecha cuenta 93 años de edad y cumplirá los 94 en el próximo mes de junio. Es hijo de Manuel Ríos y de Delfina García, originarios del mismo lugar. Su padre tuvo tres hermanos, de los que era el mayor y vivían en comunidad, constituyendo una familia de tipo patriarcal de la que formaban parte los abuelos, tíos, etc., familia ya desaparecida por acá y de las que recuerdo haber conocido algunas todavía en la segunda década de éste siglo. Conviene dejar claro que Santa Teresa de la Uña fue hacienda de tipo feudal y que el padre y los tíos de Don Ciriaco, no querían servir de peones, lo que los convertiría en esclavos de hecho siguieron la tradición familiar dedicándose a la jarciería en general y en especial, al tejido de mantas y costales. Forma elemental de artesanía que libera al siervo del feudalismo y que ejercen marcada influencia en la formación humana de los artesanos. Una de sus tías, hermana de su abuela, fue madre de un músico notable en la región, Santos Oloño que, además de enseñar música, fabricó una tambora cuyas resonancia se hizo leyenda entre los lugareños. Señalo el hecho por lo que tiene de testimonio de cómo el arte es vía para la liberación del hombre… Un día, el tío Silvestre que a la jarcieria unía las prácticas de la música y la zapatería, propició el cambio de la familia a Nazas, cabecera municipal. Allí el niño Ciriaco siguió la vía que todos los que nacimos en el campo anduvimos: desde que pudimos cargar algo ya fuimos útiles. A los seis años, el que después aprendería las letras, tuvo que pizcar algodón y desempeñar otras labores relacionadas con la agricultura, el cuidado de animales o con las necesidades del hogar. Por ello, en Nazas, sembró algodón, trabajó en varias huertas y claro, ganó centavos que fueron al acervo de la familia que seguía siendo patriarcal. No olvida que alguna vez preguntó a su padre por qué, después de trabajar encorvado al enderezarse “veía oscuro” y que la respuesta fue: “es el hambre, muchacho”… Tampoco olvida la primera lección de hombría que en resumen era: para tener derecho de quererlas, a las mujeres, hay que trabajar para mantenerlas. Lección que recibió cuando, niño aún, no tenía preocupaciones de ese tipo, pero que revela como los mayores influían en la formación humana de sus descendientes.

Ciriaco llegó a la escuela, allí en Nazas, en 1896, a los trece años de edad. Evoca las palabras de su padre: “Los ricos al fallecer dejan tierras y dinero a sus hijos. Los pobres, aunque trabajamos desde la mañana hasta el oscurecer, no tenemos ni casa para vivir. Mi herencia para ti será lo que puedas aprender. De ahora en adelante estudiarás. No volverás al trabajo en el campo”…Era director de la Escuela el profesor Pedro Ceniceros Villarreal, quien después de estudiar al candidato a escolar sentenció: el muchacho está muy grande, quizá ya no aprenda. A lo que su padre contestó: si no aprende nada, me lo llevo a trabajar, que siga como antes… De su vida de escolar recojo algunos datos que ayudan a entender un poco de nuestro pasado educativo.

a) Me pusieron en manos, dice, un folletito con un San Miguel que machetea a un diablo (el famoso Silabario de San Miguel, JSV) y fue mi libro primero, de hecho, de lectura. Allí aprendí las cinco vocales y, sin el deletreo, las sílabas. En dos meses terminé su estudio y como era de rigor entonces pasé a estudiar el Libre Mantilla número uno. Lo estudió con dedicación y como prueba e que ya sabía hacerlo, leyó para su abuelita, que era analfabeta, un cuento. Hecho que la maravilló y llenó de gusto.

b) Recuerda entre sus compañeros a uno de apellido Castro y que suponían de la familia del famoso músico duranguense Ricardo Castro. Tenía notorias dificultades para aprender. Los del grupo pedían al profesor Ceniceros Villarreal que le “hiciera un verso” pues gozaba fama de poeta en el pueblo. No les hacía caso pero un día en que estaba de buen humor, les dictó para que la escribieran en sus cuadernos, la siguiente cuarteta:

Jacinto Castro, el bribón,
en la escuela es muy viejo
y atrás va, como el cangrejo,
y es un grande borricón.

Hecho que recojo porque, bien meditado, ejemplifica la relación maestro-alumno-familia-autoridad en aquella época.

c) Cuando cursaba tercero, su profesor Jesús Diódoro Franco, cometió un hecho que, entre uchos, se le grabó y lo comentó conmigo: uno de los alumnos, que estaba leyendo en voz alta para el grupo, en lugar de leer avaro, leyó bárbaro. Lo que hizo que el maestro, rápidamente, le dijera: el bárbaro es usted… Incidente que tiene, como el anterior, importancia en cuanto ayuda a conocer cómo era la escuela en los pequeños pueblos a fines del siglo XIX.

d) En las fiestas escolares nunca tomó parte por una razón sencilla: en ellas actuaban solamente los escolares que vestían bien y que, desde luego, usaban zapatos. Los que como el adolescente Ríos García, usaba pantalón de tela corriente, camisa sin corbata y huaraches, nunca merecieron distinción semejante. Dato importante de cuya veracidad respondo, pues alcancé algo de esa realidad en la escuela primaria. Además, los asientos en las festividades escolares eran nada más para los invitados. Como puede verse, aquí aparece, descarnado y brutal, el contenido de clase de la educación porfirista.

e) El adolescente Ciriaco memorizó dos poemas de su profesor Ceniceros Villarreal del que ya se dijo amaba las bellas letras. Memorización que fue posible dado que, cada vez que le solicitaban copias, él, el alumno, era el encargado de escribirlas en un pliego pues eran extensas. Su memoria le permite recordar de uno, lo que sigue:

¡Oh, niñez! Árbol bendito
De los encantos del mundo,
Con el placer más prodfundo
Esta noche, os felicito…

Como se puede apreciar el tema era un fin de cursos y el momento el del festival consiguiente. Del otro recuerda estos cuatro versos:

Ruiseñor que en la pradera
Cantas con divino acento,
Préstame tu sentimiento,
Tu voz pura y hechicera.

Acabo la primera de su época cuando entraba en la juventud y había que elegir un quehacer. Para los pobres como él quedaba la tarea del artesano que no lo libraba de la pobreza pero si de la esclavitud del peonaje. Tenía enfrente mucho que escoger: carpintería, herrería, sastrería, albañilería, jarciería, carrocería… Eligió la sastrería y soportó las bromas de sus amigos que le decían que el sastre lo hizo el diablo de tres… Hacía pantalones y ganaba poco, pero ganaba. Un día fue a la Recaudación de Rentas. El recaudador al verlo, sin escuchar siquiera su petición, palmeándole la cabeza, le dijo: Qué anda haciendo el muchachito… qué anda haciendo el muchachito… ¿Quiere trabajar como escribiente en el Registro Civil?, Sí, Señor, si mi padre me lo permite, le contestó. Fue su primer trabajo a sueldo fijo: diez pesos mensuales, es decir 33 centavos diarios. Allí aprendió a redactar las actas del Registro y otras más que se necesitaban en la Jefatura Política…

El joven Ciriaco Ríos García había ganado a su paso por la escuela y en la vida de la comunidad, lo que se llama buna fama por la seriedad que caracterizaba su conducta y por su marcado sentido de responsabilidad y rectitud: esa fue, para toda la vida, su mejor carta de recomendación: su propio prestigio. Tanto que son le fue difícil salir del Registro Civil a prestar servicios en una casa comercial, mejorando su salario, que aumentó a 40 centavos diarios. El joven Ciriaco, como todos los jóvenes, no se conformaba con lo que tenía. Sentía, como todos ellos, deseos de conocer el mundo, de saber de qué era capaz en otras tierras, entre otras personas que aunque mexicanas, eran para él parte de la física y socialmente desconocido. Así llegó el viernes santo del año de 1903, pronto cumpliría 20 años, día en que, con la bendición de su señora madre, se fue en busca de otros horizontes al mineral de Parral, Chihuahua, cuya fama de bonanza permanente corría por estas tierras del norte. En esta ciudad trabajó con Don Guillermo Baca, que murió en la Revolución y al lado de Francisco Villa. De Parral se fue a otro mineral, La Descubridora; donde trabajó con la empresa Comercial Salazar, Hermanos. Allí conoció a la señorita María Guadalupe Camacho con la que se casó el 6 de noviembre de 1905. De su nueva posición habla el hecho de que habiéndose efectuado la boda en la comunidad rural “El Jacalito”, del municipio de Mapimí, Dgo., en pleno Belsón, asistió como Juez el Lic. José Agustín de Escudero. De este matrimonio nacieron 14 hijos de los que sólo vivieron 7, que le han dado más de un centenar, entre nietos y biz-nietos. Cifra condenable para nuestros neomalthusianos de hoy, que revela cuan verdadera es la afirmación de que en el medio rural las familias numerosos son la regla.

Regresó a Nazas unos años después, empujado por la nueva situación creada por la Revolución. Solicitó plaza como ayudante ante el director de la escuela, profesor Lorenzo Rojas. Fue aceptado y dos años después ascendió a Director. Durante 20 años sirvió a la educación estatal duranguense, desempeñando durante 18 años el cargo de director en Nazas. Cuencamé y Velardeña . El descuido burocrático era tal, que tuvo que recurrir a certificaciones notariales para comprobarlos. Ello motivó que cuando al iniciarse el año de 1932, le ofrecieron la plaza federal como maestro rural. La aceptó ingresando a la SEP, el 18 de febrero de 1932. Trabajó a su servicio hasta el 1ro. de octubre de 1963-31 años-fecha en la que causó baja por jubilación con 41 pesos con 10 centavos diarios. Cantidad que no ha aumentado gran cosa por lo que su economía familiar no tiene nada de boyante. No resisto enlistar las comunidades en las que prestó servicios:


LUGAR:

AÑOS ESCOLARES:

TOTAL DE AÑOS:
Santa Teresa de la Uña
32 a 35
3
Emilio Carranza
36-36 y 36-37
2
San Pedro del Tongo
37-38 y 38-39
2
Santa Teresa de la U.
39-40
1
Graseros-Loma Verde
40-41
1
San Pedro del Tongo
41-42 y 42-43
2
Velardeña
43-44
1
Benito Juárez
44-45 y45-46
2
La Perla
46-47
1
Agustín Melgar
47-48 y 48-49
2
Rancho Grande
49-50
1
San Pedro del Tongo
1950-1954
4
Emilio Carranza
1954-1962
8
Santa Bárbara
62-63
1


Cuadro que merece algunas consideraciones:

a) Todas las comunidades cuyos nombres figuran en él menos una, a la que volvió por un año como maestro federal, las demás son parte del municipio de Nazas. Están muy cercanas unas de otras,

b) El intercambio o relación entre sus habitantes, es constante por muy diversos motivo.

c) El maestro Ciriaco Ríos García es estimado y respetado en todos ellos.

d) En algunas trabajó más de una vez: En Santa Teresa 2 veces y 4 años escolares; en San Pedro del Tongo, 3 veces y ocho años; en Emilio Carranza 2 veces y 10 años. Breve estadística que habla muy favorablemente para la acción educadora de Don Ciriaco, como se le conoce por acá.

e) Por toda esa hermosa vega del Río Nazas; abundan hombres y mujeres que recibieron sus enseñanzas y nunca he oído a nadie que discrepe de este breve juicio: Don Ciriaco es un maestro ejemplar.

Oí hablar de él allá por los años primeros de la década de los cuarenta de este siglo Lo conocí personalmente años después y conocí su trabajo porque-desde la Sección Técnica de la educación federal lagunera, que jefaturé, me di cuenta de ella y la pude apreciar. Estudioso, verdaderamente preocupado por los problemas de la enseñanza, creó una serie de recursos didácticos muy personales, como las expresiones gráficas de las operaciones con quebrados, por ejemplo. Su devoción por la niñez, cuyo futuro siempre se preocupó hacía que su ingenio estuviera despierto creando ejercicios, juegos y utilizando materiales que permitieron a sus alumnos entender con claridad lo que él enseñaba. Organizador de la vida escolar alcanzaba el buen éxito por una razón: su propia vida era la mejor lección. Metódico y cargado de voluntad para el trabajo, llenaba una serie de condiciones cuya práctica influían poderosamente en los niños. No olvido que en pleno invierno y cuando ya tenía 64 años, antes de la salida del sol, se bañaba diariamente, al aire libre, en las aguas del Nazas. Limpio siempre, puntual, trabajador, cuidadoso de su lenguaje, dueño de una escritura clara y de una ortografía ya rara vez encontrada en nuestros maestros; haciendo de la lectura herramienta para la comprensión de lo escrito; esmeradamente limpio, pulcro, en los trabajos que hacía para mostrarlos a sus alumnos; hombre de conducta ejemplar en todos sentidos, encarnó al educador ideal, que es el que educa más que con lo que enseña y sabe, con su modo de vida total: en el trabajo, en la calle, en su hogar.

De el maestro rural Ciriaco Ríos García, que laboró durante 51 años consecutivos educando a la niñez y de la juventud en la pequeña región geográfica en la que nació, puede decirse con estricto apego a la verdad, que vivió su vida entera con lo que todos deberíamos vivir: dignidad humana. Dignidad humana que se integra con la conjunción armoniosa de su reconocido amor a la verdad y a la justicia, con las virtudes que en él se encuentran cuando se enjuicia su conducta de amigo, de maestro, de padre de familia, de esposo, de ciudadano. El respeto que todos le guardan no lo ganó con hazañas prodigiosas ni con discursos conmovedores. Lo ganó porque tuvo valor para vivir, en las diversas circunstancias de su vida como debe vivir todo hombre que respetando a los demás exige y reclama respeto para sí. Que no transige con las presiones que desvían del camino de la rectitud. Dignidad humana que materializa en su vida con el cumplimento de la suprema ley que los humanos deberíamos acatar: servir, darnos a los demás. Dación que precisa la renuncia a lo mezquino, del rechazo del egoísmo individualista; que supone como condición primera, hacer a un lado la ventaja que permite utilizar, valerse de los demás, para fines personales. Dignidad humana que encarnó viviendo con sencillez y a la vez con decoro. Por todo lo anterior, si su presencia en las aulas fue la de ciudadano consciente de sus deberes, de sus derecho y obligaciones, que dio a niños y jóvenes todo lo que pudo dar para asimilarlos al México de nuestro tiempo, Don Ciriaco Ríos García, por otra parte, encarna al educador cabal cuando, con su vida limpia de desviaciones y bañada de luminosa honestidad fue y es una lección viva para todos los que con el convivieron.

En 1972 hizo llegar a mis manos la copia de su “Monografía de Nazas” El original lo había puesto en manos de la Misión Cultural Rural que por entonces, operaba en dicha población. De la Misión Cultural, ese original pasó a poder del Secretario General del Gobierno del Estado que por mi conducto prometió que ese año sería editada sin que hasta la fecha lo haya sido. Lo grave es que dicho original no aparece. Por ello termino pidiendo a la Editorial del Magisterio que aunque la copia que poseo no está completa, edite dicha obra. Será el mejor homenaje para este educador, que además de serlo con dignidad humana y justamente por eso, honra la profesión de educar, honra al magisterio nacional y mantiene viva la fe en el hombre, gracias a la lección de cabal ciudadanía que su vida encarna.

Ciudad Lerdo, Dgo., 4 de marzo de 1977.
Gracias a Gabriel Rios por enviarnos este escrito.